12.7.11

Con ideas de afuera, se crece adentro

El prometedor futuro de los alumnos de diseño que optan por el intercambio universitario.


Por Camilo Silva

Para Constanza no fue fácil ni irse de intercambio ni volver. Ella ha vivido toda la vida con sus papás. A mediados de su último año en el colegio, sus padres quedaron shockeados cuando les confesó que quería estudiar diseño de ambientes. Un papá y un hermano abogado, además de una mamá profesora, le hacía pensar que la familia -un tanto tradicional- no daba espacio para el desarrollo de la creación artística, pero los miedos se desvanecieron después de una conversación donde recibió el apoyo de la familia.

9 de la mañana en la Universidad del Desarrollo, los alumnos de Diseño de Ambientes y Objetos preparan el examen de taller, el principal curso de diseño y arquitectura. Al interior de una sala –al parecer con exceso de luz-, las mesas están puestas en posición de pasillos, como si se estuviera paseando entre las góndolas de los supermercados. Los proyectos ya fueron montados sobre las mesas y algunos estudiantes dan los últimos toques a sus diseños. Que van desde lámparas, pasando por sillas de guaguas, arrimos, hasta llegar a un gran ropero, que parece más conceptual que funcional. Todos salen de la sala a las 9.30, hora en que se cierra la puerta, aunque la comisión pasará a revisar recién a las 10 u 11. Constanza está nerviosa, ya que echarse algún curso de Taller significa perder un año completo.

Constanza es una alumna sobresaliente que siempre es considerada por la facultad en las actividades y en los proyectos de la carrera. Hace dos años en el inicio del primer semestre, algunos directivos y profesores de su escuela le recomendaron tomar sus ideas e irse de intercambio –como lo hacen con  la mayoría de los alumnos más prometedores de cada generación- a España, Estados Unidos o Italia, que son los destinos en los cuales la Universidad del Desarrollo mantiene una relación académica de reciprocidad. Luego de mucho pensar y conversarlo con sus padres, además de pasar casi 4 meses ahorrando, tomó la decisión de partir a Italia.

Los contenidos que Constanza había recibido en la universidad sobre grandes referentes de su carrera, los veían a través de fotos en libros, revistas o Internet. Su nueva condición –por más de 6 meses- de residente europea le permitió conocer, estudiar y admirar in situ las grandes maravillas de la arquitectura, del diseño y del arte. Una tarde –estando en Roma- se encontró frente a frente con el Coliseo, el cual solamente lo había visto en fotos en la universidad y en un millón de disertaciones en el colegio. Una mañana visitando Londres sacó y sacó fotos al Big ben, y recorrió los barrios más estrechos de Madrid y Sevilla. Había que aprovechar Europa.  

La revisión termina con el desmonte de los proyectos, unos lo hacen con la tristeza de haber reprobado el curso, otros con la felicidad de haber aprobado. Pocos son lo que simplemente se van, dando paso a que sus diseños sean parte de los cachureos de la bodega de la facultad. Constanza –como en la mayoría de las revisiones de taller- es una de las mejores y los profesores la felicitan.

De pinta europea: anteojos estilosos, zapatos y no zapatillas, vestido y no jeans. Así hizo su entrada a la Universidad del Desarrollo el día en que Constanza regresó a clases. Otra pinta y nuevas ideas. Desde que llegó de Italia, Constanza ha empezado a trabajar en varios proyectos. Entre los cuales destaca la colaboración con un profesor de su universidad y el trabajo en una tienda de diseño independiente. 

En el mundo del diseño las oportunidades son pocas, y si es necesario agarrarse de las uñas por una, muchos lo harían. Constanza tomó la oportunidad que se le presentó y viajó, ahí se empapó de nuevas tendencias, diseños, colores, modas, que le han permitido estar en la vanguardia nacional en el diseño de ambientes. 

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